LA FRASE

Me gustaría tener el tiempo necesario para disfrutar de tu compañía. Tú deberías tener la suficiente curiosidad para permanecer a mi lado y leerme de verdad.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

PALABRAS



Un caminador sin rumbo fijo iba de ciudad en ciudad buscando la manera de llenar sus palabras. Era un hombre culto, creativo y con el corazón lleno de ideas que quería compartir, pero cuando se sentaba a escribir o conversaba con alguien, notaba como sus palabras estaban vacías, no podía sacar nada de ellas, estaban tan secas como la arena del desierto y tan vacías que tan solo encontraba aire en su interior.

Tanto buscar por el mundo se había convertido en un hombre solitario, un hombre que tan sólo contaba con la compañía de su sombra, que incluso algunas veces le dejaba solo, porque hasta las sombras necesitan compañía. Pero los hombres y las mujeres nos aislamos del mundo si no tenemos con quien compartir, y aunque el caminador había intentado hacer amistad, incluso vivir durante más de una semana en los distintos lugares que había visitado, llegaba un momento en que su desesperación le hacía recoger sus cosas y marcharse. Por las noches, bajo la luz de la luna algunas veces o bajo el brillo de las estrellas otras, el caminador escribía frases, palabras, párrafos pero pronto se cansaba porque cuando los volvía a leer tan solo la soledad y la tristeza acompañaban aquellas palabras separadas por comas y puntos. Intentó copiar frases de libros famosos, intentó recordar historias y cuentos que le explicaba su madre cuando era pequeño y que le había proporcionado tanta alegría en el pasado, pero todo era inútil, cuando las palabras pasaban a través de su cuerpo, cuando movía su mano sujetando un lápiz y quedaban escritas en el papel, en aquel justo, instante las palabras se vaciaban y dejaba de sentir.

El hombre llevaba años viajando, casi había visitado todos los rincones de su mundo sin éxito cuando un día decidió parar junto a un río. El río era un centro de vida, iban las mujeres a buscar agua, los niños a jugar y los ancianos a refrescarse con su cauce. Pero aunque todo era muy hermoso el hombre no podía describirlo utilizando sus palabras. Alguna cosa le dijo que debía quedarse allí y una noche clara, una noche iluminada por todas las estrellas del universo y con la luna más enorme que jamás había visto el hombre conoció a una mujer.
No era la mujer más hermosa del mundo, ni era la mejor mujer que jamás hubiera podido ver, pero era una mujer distinta a las demás porque al verlo sentado, junto a la roca, mirando al cielo iluminado, la mujer le sonrió. Poco a poco los dos empezaron a conversar de muchas cosas, y aunque las palabras del caminador estaban vacías, la mujer las escuchaba con el mismo interés que si hubieran tenido alguna cosa dentro. Poco a poco el hombre empezó a sentirse cómodo con aquella situación, y decidió quedarse más días para poder ver por las noches a la mujer misteriosa que parecía no importarle el problema que tenía con las palabras.

Así pasó mucho tiempo, primero semanas, después meses y cuando el hombre llevaba un año en aquel lugar, hablando cada noche con aquella mujer, el caminador se puso de pié y estiró las piernas que se la habían quedado entumecidas durante la noche, y notó que su mochila pesaba muchísimo, mucho más de lo que jamás le había pesado. Se sentó en el suelo y con mucho cuidado abrió la bolsa y entonces vio que durante aquel año había escrito muchas cosas,  y que todas aquellas palabras que había dibujado en el papel, todas y cada una estaban llenas. El hombre no pudo dejar de emocionarse y las lágrimas empezaron a caer de sus ojos hasta aterrizar con dificultad sobre el suelo. No pudo evitar leer sus palabras, y eran todas suyas, había escrito sobre lo que sentía, sobre su felicidad y sobre el amor de aquella mujer. Había escrito sobre las cosas maravillosas que le habían pasado en sus viajes y sobre las personas tan increíbles que había conocido, pero sobre todo, había escrito sobre lo maravilloso que es cuando descubres como llenar las palabras de todo aquello que guardas en el corazón.

El hombre viendo cumplido su propósito, cogió su mochila, llenó la cantimplora con agua y se marchó de aquel lugar, ahora que sus palabras estaban llenas de cosas había llegado el momento de dejar que aquellas palabras fueran sentidas por otras personas, y que los que quisieran, las pudieran tomar prestadas para dar sentido a su vida. El hombre se marchó y la mujer no volvió a verlo y ella misma se sintió vacía, pero no eran sus palabras las que se habían quedado sin contenido, era su corazón el que no tenía nada.

jueves, 15 de noviembre de 2012

DIGERIR SENTIMIENTOS



Estamos formados por células, cada célula tiene una función determinada dentro de un organismo complejo, pero que a la vez funciona como una maquinaria perfecta. Pero la verdad es que no funcionamos como las máquinas, no nos comportamos como autómatas que han sido diseñados para cumplir una única función en esta vida. Las personas sentimos. Experimentamos odio, amor, celos, envidia, tristeza, alegría, ira, sentimos cosas que no somos capaces de expresar, e incluso sentimos cosas que tal vez no siente nadie más que nosotros.

El otro día leí una historia escrita por un hombre, tal vez un hombre de otros tiempos, tal vez ni siquiera fuera una historia real, pero es una de esas historias que te hace pensar en lo mucho que podemos llegar a sentir y lo difícil que es de entender.

Es una pequeña parte de una historia en la que un hombre decide vivir y aceptar su vida tal y como le ha tocado vivirla, pero no puede explicar lo mejor que le ha ocurrido, no puede gritar al mundo su amor y no puede compartirlo con nadie. El principio y el final tienen poca importancia, pero este es el momento en el que confiesa su amor:

“Me levanto al amanecer y me siento junto a la cama, no puedo dejar de mirarla, es un ser extraordinario que duerme junto a mi noche tras noche, me sonríe cuando le hablo. Me siento tan afortunado, en la penumbra descubro su cuerpo, me encanta pasar mi brazo por su cintura y darle calor cuando tiene frío. Se acerca a mi buscándolo y yo le doy todo el que puedo. Me gusta mirar su cara cuando está junto a mi, me gusta saber que le hago feliz, y me gusta hacerle todas las cosas que le gustan. Con mucho cuidado para que no se despierte, le retiro el pelo del rostro, sonríe incluso cuando duerme, y su sonrisa me corta la respiración, yo también sueño con ella, yo también siento su olor cuando no estamos juntos, y cuando está a mi lado noto su energía que me atrae y no puedo resistirme. Parece que habla en sueños, aunque no puedo entender lo que dice, pero lo que más me impresionan son sus labios, pensados para besar, fabricados para ser mordidos y saborearlos, siento sus besos y noto el sabor dulce de su saliva. Cuando estoy triste, ella me ayuda a sonreír y cuando estoy cansado de luchar ella me hace sentir que puedo comerme el mundo. No quiero dormirme, prefiero contemplar su serenidad, prefiero que ella descanse del mundo, yo velaré sus sueños y seguiré cuidándola hasta el final de los días. Algunas veces me gustaría gritar y decir al mundo todo el amor que siento, pero hay algo que no me deja hacerlo, alguna cosa me retiene y sigo mirándola en la penumbra, sin que nadie se percate que estoy a los pies de su cama velando sus sueños.
De pronto me despierto, la busco a mi lado, pero tan solo hay una cama vacía. Ella no está junto a mi,  tan solo está en mis recuerdos, no podré notar su cintura, ni morder sus labios, ni saborear su cuerpo. Así que me vuelvo a dormir, prefiero soñar que estoy despierto mirando el placer en sus ojos, prefiero soñar que siento su cuerpo cuando se estremece bajo el mío…..”

Sentir es humano, no podemos negar lo que sentimos ni negar lo que deseamos. No podemos olvidar el dolor, algún día tendremos que dejarlo salir. No podemos evitar odiar, algún día lo tenemos que devolver. No podemos digerir sentimientos y dejarlos salir cuando nos apetece, es imposible. La verdadera perfección del ser humano, de la persona, está en lo que sentimos, si somos capaces de explicar el dolor, si somos capaces de transmitir el amor, si somos capaces de enseñar a sentir, entonces somos capaces de hacer que nuestra maquinaria funcione a la perfección. Soñamos lo que deseamos y vivimos lo que tenemos.

Hoy alguien me hablaba de la química entre dos personas, y es cierto que es algo que no podemos provocar, ni controlar ni evitar, pero en algunas ocasiones la química no siempre aparece cuando la queremos ni cuando la necesitamos, es otra de aquellas cosas que forman parte del misterio de la vida.