LA FRASE

Me gustaría tener el tiempo necesario para disfrutar de tu compañía. Tú deberías tener la suficiente curiosidad para permanecer a mi lado y leerme de verdad.

martes, 26 de octubre de 2010

LAS COSAS POR SU NOMBRE


‘¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal!; que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad' (Isaías 5, 20)" (Juan Pablo II, El Evangelio de la Vida, número 58).


He elegido las palabras de un profeta porque creo que es una buena manera de empezar y reflejar mis inquietudes y reflexiones de los últimos días. Es fácil perder la objetividad, sobre todo en situaciones confusas. Nuestros padre nos educan desde pequeños y nos enseñan a distinguir el bien del mal. Nosotros enseñamos y educamos a nuestros hijos conceptos claros y precisos de donde está la luz y donde la oscuridad.

Pero, tal y como dice el profeta, ¡Ay de aquel que se confunde y Ay de aquel que ha olvidado las enseñanzas de su infancia.

El ser humano es un conjunto de huesos, músculos, venas, arterias, vísceras, un cerebro y todo esto se mueve y funciona gracias a descargas eléctricas. Pero mucho más misterioso es aquello que navega por nuestra mente, que nos ordena las ideas y los pensamientos, que nos genera sentimientos como el amor, el miedo, la felicidad o la tristeza. Yo creo en una energía interna que nos hace diferentes los unos de los otros. Cuando nos educan, nos enseñan, o la misma vida nos lleva por caminos desconocidos, todo esto nos hace tener una experiencia que marca la forma de comportarnos o la manera de afrontar la vida o de tratar a los demás. Es aquí cuando, una vez hemos dejado atrás la infancia, empezamos a tomar nuestras propias decisiones, y por tanto, es cuando corremos el riesgo de dejar de llamar las cosas por su nombre.

Cada día más me sorprendo de la capacidad de muchos para entender como normales, actuaciones y comportamientos que, en mi opinión, entran en la categoría de “TERRIBLES”. Las guerras se justifican, las torturas se ocultan, las discriminaciones se toleran, la corrupción se permite, y si todo esto alguien lo denuncia, se le cuelga una etiqueta que llevará durante mucho tiempo.

Ser valiente, en los tiempos que corren, es extremadamente peligroso, y sobre todo impopular. Pero yo me siento en la obligación de ir un poco contra corriente, porque llamar las cosas por su nombre es una manera de no confundir conceptos, de no aceptar la maldad como un acto de normalidad, o de pensar que es en la oscuridad donde se encuentra la verdad. Es preferible vivir la vida como uno la entiende, que no vivirla oculto en las sombras.

lunes, 18 de octubre de 2010

MARCAS BLANCAS


Vas al supermercado y siempre hay una amplia oferta de productos de distintas marcas. Según sea nuestra economía podemos decidir que comprar. Una buena opción es el consumo de marcas blancas, suelen ser productos que no disponen de ningún tipo de marca o en todo caso, llevan la de la misma cadena de supermercados. Estos productos pueden dar un buen resultado, e incluso ser aceptable en calidad y ¿por qué no? estar a la altura de cualquier producto etiquetado de similares características.

Las personas también disponemos de una marca de identidad, y también como en los productos de los supermercados, las hay que son de marca blanca. Cada vez más, parece que este tipo de personas se pone de moda, son seres monocromáticos que sirven para cubrir ciertas necesidades pero sin llegar más allá.

Todos elegimos un camino que nos lleva por distintas vías, destinos diferentes que hace que la parte más singular de nosotros, aquello que nos hace ser especiales, diferentes y únicos, se vaya formando y se haga visible para los demás. Revelarnos a los convencionalismos, luchar por nuestros principios, convencer y argumentar nuestras razones , consigue que nuestra marca nos haga diferente del resto de productos que están expuestos en las estanterías. Dejar de luchar por las cosas en las que creemos, conformarnos con lo que conseguimos, no ambicionar la felicidad y renunciar a dar un paso más, es la diferencia entre una marca de primera y una marca blanca.

Una marca blanca es aquel que hace lo mismo que los demás, simplemente para no desentonar. Cree lo que los demás le dicen que ha de creer sin ni siquiera preocuparse en descubrir ¿dónde está la verdad?. Odia porque le dicen que ha de odiar y siempre dejará de lado la justicia simplemente porque el justiciero le dice que lo haga.

Tener cerca “una marca blanca” proporciona ventajas, ya que estas personas no discuten, ni les preocupa lo que pasa a su alrededor, se hacen una idea particular de su entorno y hacen aquello que les dicen que está bien, aunque en el fondo no lo crean.

No es que las marcas blancas estén mal, está claro que muchas economías familiares se mantienen gracias a que este tipo de productos están al alcance de todos. Pero tal vez, y solo tal vez, sea hora de cuestionarnos si queremos calidad en según que aspectos de nuestras vidas. Cada uno tiene el derecho a decidir de qué manera ha de ser etiquetado en esta vida y según sea el etiquetaje será más o menos deseado por los demás. El futuro está en manos de aquellos que pueden proporcionar el punto de calidad más allá de la mediocridad y del simple tapón de rosca.

jueves, 14 de octubre de 2010

OASIS




Cada día, cuando abro los ojos decido que aquel será el más feliz de mi vida. Me miro al espejo, y a pesar de las ojeras o del pelo despeinado o la piel blanca, me regalo una sonrisa y me sujeto el pelo, ahora ya no estoy tan despeinada y mi aspecto es mucho mejor.

Como una autómata salgo a correr. No pienso ni en el frío ni en el calor, no pienso en la oscuridad, no pienso que lo que ha ocurrido el día anterior, simplemente se que todo lo de ayer hoy es el pasado.

Las carteras, los bocadillos, la ropa los uniformes todo es parte de la rutina matinal, pero es una rutina necesaria y reconfortante. Atrás queda cuando los niños eran pequeños y tenía que ponerles los calcetines explicando cuentos fantásticos, el pie izquierdo era un “ratolí” y el pie derecho era el “gatet” que jugaban a pillarse el uno al otro. Los pantalones hablaban y cantaban canciones y la bata siempre estaba colgada en el pomo de la puerta.

De camino al colegio es un paseo divertido, el tráfico, todo el mundo se mueve, repaso de las actividades de la tarde y sólo pienso en las cosas que importan a Marta en aquel instante; las amigas, los deberes y las discusiones en clase.

Me gusta caminar por la ciudad, siempre una canción siempre un paso tras otro. No es bueno pensar en lo que te vas a encontrar cuando llegues al trabajo, estás convencida que todo va ir perfecto, porqué hasta aquel instante, la mañana está siendo ideal. ¿El secreto de ser feliz? Mantener siempre una sonrisa, no hablar mal del compañero, ayudar si te lo piden, aceptar las situaciones sin discutirlas o cuestionarlas constantemente, respirar profundamente y sonreír. Trabajar de forma eficiente y utilizar la imaginación, no juzgar a los demás y sobre todo sonreír.

Escuchar a los amigos pero a la vez ignorar al ignorante, a aquel que encuentra la diversión en ridiculizar, criticar y a los que les gusta darse más importancia de la que tienen. Ser consecuentes con tus principios y no permitir que un entorno hostil te haga desfallecer, y sobre todo sonreír. No dejar de hacer algo porque creas que no puedes hacerlo, siempre se ha de intentar y siempre se ha de improvisar.

Si sabemos cuales son nuestras limitaciones sabremos como afrontarlas y lo mejor es utilizar nuestros puntos fuertes en nuestro beneficio. Aceptar siempre las nuevas situaciones que la vida nos presenta con optimismo y nunca quejarnos, aunque el conformismo no ayuda, siempre se puede mejorar y como yo siempre digo, hemos de aprender a mirarnos como nos ven los demás, será la única manera de neutralizar a aquellos que nos quieren perjudicar.

Me gusta poder hablar de cosas que no sea el trabajo, o el dinero o de los problemas como la crisis. Reír en compañía y compartir todo aquello que te apetezca compartir. Decir aquellas cosas que piensas y sobre todo sonreír.

Cuando llegas a casa has de dejar los malos momentos en la puerta, como el cartelito que dejas en la puerta de los hoteles de “no molestar”. Ahora estoy en mi oasis, un lugar sagrado donde todo está impregnado de los olores de la felicidad. La cocina huele a ambiente familiar, las habitaciones tienen un desorden que forman parte de la decoración. Ponerte la ropa más cómoda que encuentras, caminar con calcetines y dejarte tocar por los rincones. Las charlas de la cena, las risas al compartir las anécdotas del día, y sobre todo sonreír. Pero esta es la mejor sonrisa de todas, porque es la que más saben apreciar, es aquella que da tranquilidad a tus hijos, la que conspira con la pareja y la que te hace olvidar el cansancio, el estrés y la locura del mundo.

Debemos auditar nuestras vidas, eliminar todos aquellos trámites que son innecesarios o que nos cusan un gasto desproporcionados a los resultados. Mejorar nuestros recursos y utilizarlos en nuestro beneficio y en el de los demás. En un mundo lleno de corrupción, fracasos y desencantos, siempre se puede hacer mejor.

Yo siempre me pregunto ¿por qué existe el mal? La respuestas es demasiado sencilla y evidente, porqué si no existiera el mal no podríamos distinguir el bien. Aunque como toda norma tiene excepciones, hay personas que son tan ignorantes que no saben ver la diferencia.

Y finalmente, cuando se termina el día, cuando te sumerges en la oscuridad de la noche, cuando el día de hoy mañana será el pasado, lo mejor que puedes hacer es sonreír.

viernes, 8 de octubre de 2010

UN TRIBUNAL A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS


Existen tribunales de muchos tipos, Tribunales de Justicia, tribunales de cuentas, Tribunales Constitucionales y otros muchos que ahora no puedo recordar sin hacer una consulta previa al Google.

Los tribunales los forman personas y por tanto pueden verse afectados por el entorno (temperatura, luz...etc), por los sentimientos (tristeza, enfado, frustración, etc.) en fin quiero decir que no siempre la decisión de un tribunal puede ser correcta o no.

Hoy me he sometido a un tribunal, compuesto por personas casi todas ellas conocidas por mi, y la verdad, cuando he entrado en la sala, que hacía un calor tremendo y se notaba un ligero olor a humanidad, lo primero que he pensado no era en lo que me iban a preguntar, o lo que tendría que decir para dar la mejor impresión, era qué concepto tenían sobre mi aspecto. He hecho un repaso mental de mi ropa, mi peinado, de mi maquillaje, he intentado verme tal y como me estaban viendo ellos en aquel instante. Después, al sentarme, he mirado directamente a los ojos a la persona que se había situado justo delante. Decir que, de casi todas las personas que había en la sala, era la única que no me conocía profesionalmente, así que he pensado que al estar en el centro, al ser él el que hacía las preguntas, lo mejor era convencerle de que yo era su mejor y única opción. El caso es, que durante todo el rato, no he tenido en absoluto la sensación de que estábamos conectando, así que me he comenzado a poner nerviosa, cada vez tenía más calor, y la pierna ha empezado a danzar dando saltitos involuntarios que he intentado contener y disimular durante casi todo el rato. Lo malo es que las manos han decidido, de forma automática, acompañar a la pierna y, sobre todo la mano izquierda, que ha empezado a moverse y a convulsionarse. Afortunadamente, en poco rato, he conseguido dominarla y de cintura para arriba todo se ha quedado quieto.

En todo este proceso, intentaba contestar preguntas que no había entendido, porque claro, inocente de mí, me estaban interrogando sobre algo que en absoluto me esperaba que me preguntaran, así que he hecho lo que he podido.

De todas formas, durante todo este tiempo que intentaba aclarar mi mente y buscar las respuestas más adecuadas, no he podido evitar que la parte de mi cerebro que no tenía ocupada, empezara a pensar y a dar vueltas sobre algo. Me he preguntado, “¿está este tribunal a la altura de las circunstancias?”. Me explico, de todas las personas que estaban allí, ¿cuantas sabían lo que realmente estaban haciendo? Realmente de entre las tres que nos presentamos, ¿cogerán a las más adecuada para el trabajo?. Si hago algo mal, ¿lo llevaré escrito en la frente, y seré la comidilla de todos durante veta a saber cuanto tiempo? O por el contrario, si sale bien y se deciden por mí, ¿seré merecedora de su confianza? Seguramente si hubiera tenido la mente completamente entregada a hacer una buena entrevista y dar, por tanto las mejores respuestas a preguntas que, ni mucho menos esperaba, no hubiera salido de la sala con la sensación de que alguna cosa no había ido bien, pero por otra parte, tampoco puedo estar segura de nada porque, cuando han terminado de deliberar, todos y cada uno de los miembros del tribunal han pasado por mi lado, y no han dicho ni una palabra que pudiera darme una pista, la confidencialidad, el secreto profesional, en fin dejar en ascuas a tres personas durante un fin de semana, en este caso de cuatro días ya que algunos hacemos puente. Pero una cosa sí que he podido ver, y es algo que llevo dos años viendo en las personas que me rodean, la mirada de compasión que todos me han dedicado.

Ha llegado el momento de marcharme, y ni una llamada, así que me he ido a casa para disfrutar de los días de fiesta, no preocuparme por nada, disfrutar de mi cumpleaños y el miércoles ya veremos. Pero una cosa sí que digo, o la mirada de pena era porque se me había corrido el rimel y hacía muy mal aspecto, o la cosa no ha ido todo lo bien que yo hubiera deseado.

domingo, 3 de octubre de 2010

ABISMO


Engañar a los demás es relativamente sencillo, aparentar que todo va bien, que el entorno, los problemas y la presión no nos afecta es fácil, sólo es cuestión de disimular y manetener una metira que puede dilatarse en el tiempo.

Pero el auto engaño al que algunos se someten, es lo que hace que nuestra mente, poco a poco, vaya perdiendo el contacto con la realidad.

Los cuentos de hadas, aquellos que tienen un final feliz, aquellos que explican preciosas historias, no existen en la vida real.

Nuestra mente y su fortaleza es la que marca el punto de inflexión ante un conflicto o ante cualquier problema que se nos plantee.

En el mundo hay 6.800 millones de personas, todas y cada una de ellas ocupan un espacio y a su alrededor hay un número indeterminado de personas que influyen en sus vidas, en sus sentimientos y que de alguna manera u otra afectan a su felicidad. Cada uno de nosotros somos tan pequeños como una hormiga en un enorme hormiguero, y nuestros actos tienen la importancia que tienen dentro de nuestro entorno, pero evidentemente no afecta, ni importa, a otra persona que viva fuera de nuestra área de influencia.

En el primer momento que aceptamos esta situación como una realidad, es cuando debemos aprender a mirar en nuestro interior, a conocernos a identificarnos como un ser humano y a buscar nuestro espacio. Pensar que poseemos cualidades que en realidad no tenemos, u obsesionarnos en vivir vidas que no nos hacen feliz, puede ser el principio para que un día, al levantarte por la mañana, te des cuenta que eres infeliz y que no puedes seguir caminando por aquel lugar lleno de personas, de caras que te observan pero no saben mirar y no te reconocen. Es el día que muchos dicen, “hoy no puedo ir a trabajar”, o el día que piensas “no puedo volver a casa, no soporto a la persona que ha compartido los últimos años conmigo” o cuando te sientas en la mesa del despacho y dices “¿qué estoy haciendo con mi vida?. Todas estas preguntas, que la mayoría de veces no van acompañadas de respuestas, son las que te puede llevar al fondo de un abismo oscuro y solitario del que no podrás salir.

Estas personas se convierten, por tanto, en víctimas potenciales a las que resulta sencillo atacar y reducir a seres pequeñitos y sin voluntad de acción. Encontrar el origen no siempre es sencillo, normalmente es a causa de un situación no superada, e incluso de alguna experiencia traumática que nos ha estado acompañando durante nuestra vida. Pero si aprendemos a mirar en nuestro interior, si nos comprendemos a nosotros mismos, seremos capaces de ver donde está aquel rincón de nuestro cerebro, aquel espacio camuflado en nuestra mente que esconde el día, el momento o aquello que nos causó tanto dolor, que sólo supimos esconderlo para poder seguir viviendo, pero al que no supimos enfrentarnos y por tanto nunca desapareció, simplemente se mantuvo oculto.

La perfección no existe y todos de alguna manera u otra vivimos nuestras vidas de la mejor manera que sabemos. Es fácil aconsejar cuando el problema lo tiene otra persona, pero a su vez un problema explicado en boca de otro parece mucho menos importante. Salir del abismo es mucho más fácil cuando no lo tienes que hacer solo, familia y amigos puede ser un primer comienzo para que les dejes asomarse a tu oscuridad particular, introduzcan la mano por el agujero, una mano que podrás coger y que podrá estirar de ti. El aislamiento solo alimenta las frustraciones y por tanto has de buscar a todas aquellas personas que te rodean, que pertenecen a tu área de influencia y que siempre tienen una mano disponible para ofrecerte. Se ha de ser hábil para distinguir aquellos que, aún estando próximos, son personas que no desean ni quieren ayudar, son personas en su egoísmo sólo se miran a ellos mismos e incluso se alegran de los problemas de los demás. Pero estos son sencillos de identificar, y la propia intuición te llevará al camino adecuado.

Por alguna razón, nos ha tocado vivir en una sociedad despiadada, pero eso no debe ser una excusa para ser y actuar dentro de los límites de la convivencia. Hace unos días le dije a una persona, que no se dejara hundir por opiniones o que no se dejara a atacar por el desprecio de algunas personas, el secreto está en rodearte de las personas que te quieren y que cuidaran de ti y te ayudaran en los momentos difíciles, y lo mejor de todo, es que estas personas sólo pedirán una sonrisa a cambio.

La vida es muy sencilla, y para mi todo se reduce a una frase, “haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti”, ayuda cuando te lo pidan, sonríe aunque estés triste y haz el esfuerzo de entender a los demás.

Para conseguir ir a trabajar, a lo mejor la solución podría pasar por levantarse más temprano e ir a dar un paseo, a caminar por calles solitarias, a ver el amanecer a oler los aromas de la mañana. Para poder afrontar un convivencia de la que no estás seguro, la solución puede pasar por sincerarte y hablar de todas aquellas cosas que jamás pudiste afrontar. O cuando estás en la mesa del despacho y dudas de todo, tal vez la solución pase por levantarse y volver a empezar, un nuevo proyecto una nueva vida un futuro mejor. Lo importante es que hagas lo que hagas, no tienes porque hacerlo sólo, siempre habrá alguien dispuesto a formar parte de tu vida y a acompañarte en el camino de la recuperación.