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El otro día leí que había 10 virtudes que
se deberían tener para ser una persona completa y me pareció interesante
realizar un breve ejercicio de auto evaluación personal.
La primera de las virtudes es la
“Resiliencia” consiste en seguir adelante a pesar de no tener un futuro claro,
aceptar los reveses de la vida y sobre todo no asustar a otras personas con
nuestros miedos.
Creo que dispongo de esta virtud,
porque en mi vida me han ocurrido cosas, que a pesar de ser graves, no me han
impedido seguir adelante. Siempre he conseguido levantarme cada mañana pensando
“hoy será un buen día”. Así que a pesar de todo creo que puedo meterla en la
mochila de mis virtudes. Ya tengo una.
La segunda es la “empatía”, es la
capacidad de conectar con las experiencias de otras personas e incluso por qué
no, tener el valor de ponerse en su lugar y mirarse a uno mismo con honestidad.
En este caso no tengo duda, estoy
segura de mi empatía, no es una virtud aprendida o ensayada, es una virtud
natural. Valoro enormemente mi empatía, me hace sentir bien conmigo misma y me
ayuda a conocer como son los demás realmente. Así que otra virtud más.
La tercera es la “paciencia”,
capacidad de aceptar que las cosas no siempre son o suceden como queremos o a
la velocidad que nos gustaría.
Reconozco que no siempre he sido
paciente, reconozco que es una de las virtudes que, con los años, he ido adquiriendo.
Se que al final las cosas siempre se reconducen por el mejor de los caminos,
pero hasta que no he aprendido esto no
he conseguido dominar mi paciencia, y por tanto, creo que también la puede
llevar en mi mochila especial.
La cuarta es el “sacrificio”,
capacidad de dejar de lado nuestro beneficio para anteponer y beneficiar a otros.
Tal vez esta sea la más difícil de
valorar. Pero en varias ocasiones he renunciado a cosas por no perjudicar o en
beneficio de otras personas. No soy egoísta y pienso que si el sacrificio fuese
un enorme libro de 1000 páginas, al menos 800 de ellas las podría meter en mi
mochila. Seguramente alguna vez he cometido la equivocación de no hacer
suficientes sacrificios, pero creo que la balanza está equilibrada en mi favor
y por tanto 800 de estas 1000 páginas también las cargaré.
La
quinta “los buenos modales”, creo que esta virtud la he aprendido de mis
padres. Es algo que se educa, que se enseña y con los años se practica. Las
normas básicas de comportamiento hacen que la convivencia resulte más sencilla entre
los humanos y por tanto creo que soy una persona con buenos modales. Jamás le
he retirado el saludo a nadie, aunque sí lo hayan hecho conmigo y siempre he
valorado de forma positiva los buenos modales, además lo considero
indispensable para mantener relaciones satisfactorias.
La
sexta el “sentido del humor”. Que decir de esta virtud, sin sentido del humor
la vida no tiene razón de ser. Reírse es la mejor terapia y sobre todo saber
reírse de uno mismo. Compartir los momentos de felicidad y sobre todo aprender
que hacer el payaso es bueno y también ayuda a no perder el sentido del humor.
No concibo una relación personal sin que exista la risa, y también el buen
humor ante las penalidades hace que la vida sea mucho más fácil. Me sobran
comentarios, a la mochila también.
La
séptima “consciencia de uno mismo”, sería no responsabilizar a los demás de
nuestros problemas, de nuestros errores de nuestras equivocaciones.
Yo
diría algo más, saber aceptar cuando nos equivocamos y no interpretar un papel,
ni disimular o cargar a otro con el error. Reconocer nuestros fallos y
potenciar nuestras virtudes. Creo que tengo absoluta consciencia de mi misma,
aquí no voy a dar más explicaciones se que es así.
La
octava “perdón”. Es cierto que no siempre he sabido perdonar, es cierto que
alguna vez he tardado más en perdonar de lo que hubiera sido aconsejable. Pero
la verdad, es que jamás he guardado rencor a nadie. Al final siempre he pesando
que me resultaba más rentable perdonar que el no hacerlo, por lo tanto también
lo pondré en mi mochila de las virtudes.
La
novena “esperanza”. Yo creo que la esperanza está estrechamente relacionada con
el optimismo. Tengo una gran capacidad de ver la parte buena de las cosas y
esto me hace tener esperanza en la vida, siempre creo que las cosas mejorarán,
y aunque no lo hagan siempre espero que ocurra. Rendirme no entra jamás en mis
planes
La
décima “confianza”, de todas las virtudes esta es la que creo que necesito
trabajar con más intensidad. Confío en mi misma sobre todo en aquellos entornos
que domino y controlo, pero también es cierto que me falta confianza cuando debo
arriesgar más de la cuenta. Tal vez esta virtud la debo dejar fuera de mi
mochila, aunque no pienso abandonarla en la cuneta. Simplemente la llevaré en
el bolsillo de la chaqueta, y cuando se haga tan pesada que el bolsillo se
rompa tal vez entonces consideraré meterla en la mochila. Como ya he dicho
antes nunca me rindo así que nunca dejaré de intentarlo.
Hago el
repaso de mi mochila y veo que de 10 virtudes tengo 9 seguras y una que puedo
conseguir. Aun así mi nota media creo que puede ser un 6, para el notable aún
me queda y el sobresaliente llegará con los años.
También
es justo decir que todas estas virtudes no las podría haber conseguido sin la
ayuda de personas que me quieren, que han estado a mi lado, y que me han
ayudado a rectificar en momentos complicados de mi vida. Así que tampoco creo
que deba darme todo el mérito y es por eso que siempre estoy dispuesta a ayudar
a aquellos que me lo piden, debo lo que soy a los que me quieren, y debo lo
puedo llegar a ser a los que confían en mi.