LA FRASE

Me gustaría tener el tiempo necesario para disfrutar de tu compañía. Tú deberías tener la suficiente curiosidad para permanecer a mi lado y leerme de verdad.

jueves, 14 de junio de 2012

EL PERRO QUE CAMINABA AL REVÉS


Un día sentado en un banco del parque observaba atentamente todo lo que allí pasaba, niños jugando con una pelota, mamás paseando a sus pequeñines en sus cochecitos de último modelo, ancianos sentados a la sombra de los árboles, en resumen cosas perfectas para un día perfecto. Mamá me había dejado allí sentada al cuidado de mi tía Lourdes que ni siquiera se daba cuenta que yo estaba allí. Se había encontrado a su vecina del entresuelo, y las dos charlaban animadas de todas las obras de mantenimiento que debían hacerse en la portería y la fachada del edificio donde vivían. Yo me había quedado en el banco, esperando a que viniera mamá  a recogerme, tenía la pierna rota y no podía jugar ni andar sin la ayuda de mis muletas.

De todas formas la cosa tampoco era tan terrible, era increíble las cosas tan interesantes que se podía ver si realmente mirabas. Fue así como, a lo lejos, distinguí a una señora mayor que llevaba sujeto de una larga correa a un animal un poco extraño. A medida que la señora se iba acercando me di cuenta que lo que arrastraba era un perro, pero no era un perro normal y corriente era un perro que tenía la cabeza atrás y caminaba con la cola hacía delante, o mejor dicho, era un perro que caminaba al revés. 

No podía creer lo que estaba viendo, y lo más sorprendente de todo era que a nadie parecía extrañarle esta forma de caminar. La señora era muy anciana, tal vez más de 60 años y arrastraba a su magnífico animal el cual parecía estar muy acostumbrado y aunque resultaba un poco artificial su manera de caminar, daba la sensación de estar divirtiéndose. La mujer, por fin, llegó a la altura del banco donde estaba yo sentado y al ver mi cara de asombro se sentó junto a mi y me dijo:

_ ¿Por qué se te ha quedado esta cara de bobalicón?, ¿es que nunca has visto a un chucho como el mío?_ la  mujer hablaba completamente en serio e incluso parecía disgustada por mi asombro. Yo me limité a mover la cabeza negando cualquier tipo de sorpresa, pero al final no pude y más y buscando las palabras que sonaran con la mayor educación  le dije:
_ Es un animal bonito y parece simpático, pero es que no entiendo ¿por qué camina al revés?.
La mujer no pudo aguantar más la risa y soltó una gran carcajada que tan solo me asustó a mí, porque mirando alrededor vi que nadie se había percatado de nuestra conversación.

_ Bueno, creo que todo el mundo tiene derecho a caminar como le de la gana. Miguel, que así se llama mi chucho, hace tiempo que decidió que prefería ver las cosas desde el pasado y no estar mirando al futuro. Es por eso que siempre camina mirando hacía atrás.

Mamá siempre me dice que he de ser respetuoso con los mayores, no replicar, no contestar mal y sobre todo ser obedientes y no discutir. Pero lo que aquella señora me estaba diciendo me parecía tan ridículo que decidí que aquella conversación no podría terminarse de aquella manera.

_ Ya veo, pero si me permite que le haga otra pregunta, ¿cómo ha podido decidir eso Miguel si es usted quien le pone la correa cada día y le saca a pasear?, tal vez si no tuviera otro remedio empezaría a caminar como hacemos todos, mirando hacia delante.

_Mira niño, tu no sabes nada de la vida, y menos de la vida de Miguel, que aunque es un perro creo que es mucho más listo que la mayoría de seres humanos. Miguel es muy sensible, y siempre se ponía muy nervioso cuando lo sacaba a pasear, creo que le entristecía mirar hacía delante, porque veía antes que nadie las cosas malas que ocurrían a su alrededor. Un día se negó a salir, no había manera de ponerle la correa para sacarlo y se volvía loco cada vez que me veía con ella en la mano. Es por eso que un día me senté a su lado y miré las cosas desde la mirada de un perro, miré el mundo tal y como el lo veía y empecé a fijarme en las cosas que a las personas se nos escapa pero que, un animal tan sensible como él no podía evitar ver. Entonces después de unas cuantas semanas entendí lo que le sucedía. Creo que era simplemente que vivía en un mundo que no le acababa de gustar, y prefería vivir viendo el pasado y no esperando el futuro. Hablé con un amigo mío que me ayudó a modificar una correa para que al ponérsela a Miguel no le hiciera daño. Practicamos en casa durante algunos días hasta que mi chucho aprendió a caminar y moverse con la cola delaten, y esa es la historia.

Aunque me parecía increíble, resultaba divertido ver caminar a aquel extraño chucho que aun parado ocultaba su cabeza de tal manera que tan solo podías verle la cola, así que sonreí a la señora y acaricié a Miguel al cual se giró y me miró a los ojos, tal vez diréis que es imposible pero estoy seguro que me sonrió y en su sonrisa me daba las gracias porque había entendido y respetado su manera de vivir su vida. Tal vez aquella señora tenía razón su chucho era mucho más inteligente que muchas personas que había encontrado la solución perfecta para vivir en un mundo que muchas veces no está preparado para entender ciertas cosas. Pero su manera había sido dar la espalda a la propia vida.

Aquel día pasó, y jamás volví a ver ni a la anciana ni al perro que caminaba al revés, pero aprendí una cosa importante, aunque dando la espalda a los problemas dejas de verlos y de sufrirlos, en realidad no desaparecen siguen a tu espalda el resto de tu vida, lo mejor sería dedicar tus esfuerzos para mejorar las cosas y no invertir energía y tiempo en aprender a caminar de espaldas a la realidad.

martes, 12 de junio de 2012

EL SECRETO


Llevaba su secreto como una carga demasiado pesada para cualquiera. Aunque conseguía disimularlo y ocultarlo, él podía verlo reflejado en todos los espejos, lo veía en cualquier rincón oculto entre las sombras, estaba entre las subes casi negras de las tardes de tormenta. Dormía acompañado de su secreto, y jamás podía separarse aunque lo intentara con todas sus fuerzas.

Era el secreto más antiguo del mundo y cada día que pasaba se hacía más y más grande, se alimentaba de la propia discreción, de los remordimientos y de la necesidad que tenía de recordarlo. Era un secreto con sabor a besos y a caricias, con el suavidad de una piel tersa y blanca. Era el secreto del que nada se sabe, del que se consigue ocultarlo y del que nada se sabrá jamás. Pero los secretos también tienen vida propia, no siempre conseguimos mantenerlos a raya y algunas veces consiguen escaparse al mundo, se mezclan entre la gente, se salta las normas de lo que se puede ocultar y aparece en el rostro de los que han compartido historias indiscretas en los rincones.

Los secretos se alimentan de nuestros recuerdos, de la necesidad y de las ganas que tenemos de alejarnos de la realidad. Es por eso que su secreto ha cambiado de forma, ha evolucionado y ha aprendido con el paso del tiempo. El secreto se ha transformado en algo extraño que poco a poco parece que ya no le pertenece por completo. Antes, recuerda el hombre, recurría a su secreto en noches solitarias, en días que se sentía triste y en los que sabía que debía recuperar y regresar al lugar lejano del pasado. Al lugar donde nació aquel secreto demasiado indiscreto para compartirlo con nadie. Ahora, aunque ya no está solo, sigue necesitándolo, tal vez porque no sabe que ocurrirá el día que deje de ser importante. 

Un día pensó que su secreto ya no debería ser cosa de dos, que su parte secreta debía compartirla con alguien que pudiera entenderle y necesitaba sentir el valor de lo oculto y lo indiscreto. Pero solo sirvió para que su secreto dejara de pesar tanto, para convertirlo en algo un poco más ligero de sobrellevar.

Pero a pesar de todo, tener un secreto tiene su encanto. No debemos dejarnos llevar por su influencia, porque tan solo es un pequeña parte de nosotros, es algo que pertenece al pasado y del que no queremos deshacernos. Necesitamos sentir que existe una cosa, aunque sea algo muy pequeños, que tan solo sabemos nosotros. Nos gusta pensar que tenemos el poder suficiente para ocultar de la vista de los demás aquellos días de debilidad. 

El hombre coge su secreto, lo envuelve cuidadosamente en telas de seda. Lo acaricia con dulzura y se despide de él durante algún tiempo. Ha decidido ocultarlo también de sus recuerdos y dejarlo descansar durante algún tiempo. Sabe que no lo podrá hacer desaparecer, pero al menos, dejará de ser una carga tan pesada y podrá mantenerlo separado de sus recuerdos mientras dure su nueva ilusión.