Se reúnen alguna tardes para hablar de
sus cosas, se sientan alrededor de una mesa, suele ser una de esas mesas
redondas y pequeñas, aquellas que recuerdan al pasado, a cosas antiguas, pero no
tiene demasiada importancia. Es un rato de reflexión, de compañía y de dejar
que la oscuridad termine por ocultar lo poco que queda del día. El té es parte
de aquella rutina, forma parte de la conversación y de los aromas extraños de
aquellas paredes cubiertas por pinturas extrañas, algunas bonitas y agradables
a la vista, pero otras difíciles de interpretar por sus trazos distraídos y
poco intuitivos.
El gusto por el té es algo difícil de
explicar, el agua adquiere colores y tonos distintos, y con cada sorbo el
paladar se inunda de un color y un sabor, y juntos forman una sensación que
ayuda a la conversación. Las mujeres tienen pocas cosas en común, tal vez lo
único es que son eso, mujeres. Está la casada que es feliz von su vida, está la
que disfruta de su amante aunque esté casada, la que habla de sus hijos que son
lo más importante en su vida, la que se siente bacía y no sabe como llenar esos
momentos de tremenda soledad. La mujer triunfadora en el trabajo y a la que le
encanta las tardes del domingo sentada en el sofá mirando una buena película.
La que se enamora con facilidad y la que es demasiado exigente con los demás.
Pero allí en aquel lugar hablan de la vida, saborean el té y sobre todo no se
juzgan la unas a las otras. Son mujeres que afrontan cada día con toda la
fuerza que les queda, que son capaces de hacer cincuenta mil cosas sin quejarse
y que se dedican tan poco tiempo a ellas mismas que aquel rato, aquel instante
les sabe a gloria.
Tampoco es tan importante hablar entre
sorbo y sorbo de té caliente, es bastante más importante determinar las cosas,
es decir, saber donde empieza una y termina la otra. Aprender que los amantes
tienen que ser efímeros, si no ya no son amantes. El matrimonio es una
inversión de futuro, así que mejor que esta inversión se haga teniendo en
cuenta la felicidad. Que los hijos siempre son tuyos, aunque un día dejen el
hogar y se marche de casa. Que la soledad se ha de vivir como un beneficio y no
como una sentencia, la soledad sirve para conocerse a uno mismo. El amor es tan
necesario que no debemos a renunciar a él, y debemos sentirlo como una
bendición, así que mejor no evitarlo.
Que ser exigente con los demás no es nada más y nada menos que no conformarse
con poco, y sobre todo darnos importancia. Que en la vida hay cosas
maravillosas, como la música, un buen libro, una película, el arte, cosas que
nos ayuda a ser más felices.
Pasamos por la calle y mirando por la
ventana, está tan limpia que nadie diría
que hay un cristal. Dentro las mesitas redondas, unas más grandes y otras más
pequeñas, están todas adornadas con un pequeño cesto de mimbre, y en su
interior una flor de color cada una distinta a la otra. Vemos los cuadros en
las paredes y en la barra un hombre que está preparando su bandeja con la
tetera y algunas tazas. En una mesa hay una mujer, está de espaldas así que no
podemos ver su rostro, pero parece que está tranquila con su taza y tetera
correspondiente colocada delante. Tiene una libreta en la que está escribiendo.
Suponemos que escribe sobre su vida y sus sentimientos, es aquel instante justo
en aquella mesa es donde podemos ver a las mujeres del té.