Estamos formados por células, cada
célula tiene una función determinada dentro de un organismo complejo, pero que a
la vez funciona como una maquinaria perfecta. Pero la verdad es que no
funcionamos como las máquinas, no nos comportamos como autómatas que han sido
diseñados para cumplir una única función en esta vida. Las personas sentimos.
Experimentamos odio, amor, celos, envidia, tristeza, alegría, ira, sentimos
cosas que no somos capaces de expresar, e incluso sentimos cosas que tal vez no
siente nadie más que nosotros.
El otro día leí una historia escrita
por un hombre, tal vez un hombre de otros tiempos, tal vez ni siquiera fuera una
historia real, pero es una de esas historias que te hace pensar en lo mucho que
podemos llegar a sentir y lo difícil que es de entender.
Es una pequeña parte de una historia
en la que un hombre decide vivir y aceptar su vida tal y como le ha tocado vivirla,
pero no puede explicar lo mejor que le ha ocurrido, no puede gritar al mundo su
amor y no puede compartirlo con nadie. El principio y el final tienen poca
importancia, pero este es el momento en el que confiesa su amor:
“Me levanto al amanecer y me siento
junto a la cama, no puedo dejar de mirarla, es un ser extraordinario que duerme
junto a mi noche tras noche, me sonríe cuando le hablo. Me siento tan
afortunado, en la penumbra descubro su cuerpo, me encanta pasar mi brazo por su
cintura y darle calor cuando tiene frío. Se acerca a mi buscándolo y yo le doy
todo el que puedo. Me gusta mirar su cara cuando está junto a mi, me gusta
saber que le hago feliz, y me gusta hacerle todas las cosas que le gustan. Con
mucho cuidado para que no se despierte, le retiro el pelo del rostro, sonríe
incluso cuando duerme, y su sonrisa me corta la respiración, yo también sueño
con ella, yo también siento su olor cuando no estamos juntos, y cuando está a
mi lado noto su energía que me atrae y no puedo resistirme. Parece que habla en
sueños, aunque no puedo entender lo que dice, pero lo que más me impresionan
son sus labios, pensados para besar, fabricados para ser mordidos y
saborearlos, siento sus besos y noto el sabor dulce de su saliva. Cuando estoy
triste, ella me ayuda a sonreír y cuando estoy cansado de luchar ella me hace
sentir que puedo comerme el mundo. No quiero dormirme, prefiero contemplar su
serenidad, prefiero que ella descanse del mundo, yo velaré sus sueños y seguiré
cuidándola hasta el final de los días. Algunas veces me gustaría gritar y decir
al mundo todo el amor que siento, pero hay algo que no me deja hacerlo, alguna
cosa me retiene y sigo mirándola en la penumbra, sin que nadie se percate que
estoy a los pies de su cama velando sus sueños.
De pronto me despierto, la busco a mi
lado, pero tan solo hay una cama vacía. Ella no está junto a mi, tan solo está en mis recuerdos, no podré notar
su cintura, ni morder sus labios, ni saborear su cuerpo. Así que me vuelvo a
dormir, prefiero soñar que estoy despierto mirando el placer en sus ojos,
prefiero soñar que siento su cuerpo cuando se estremece bajo el mío…..”
Sentir es humano, no podemos negar lo
que sentimos ni negar lo que deseamos. No podemos olvidar el dolor, algún día
tendremos que dejarlo salir. No podemos evitar odiar, algún día lo tenemos que
devolver. No podemos digerir sentimientos y dejarlos salir cuando nos apetece,
es imposible. La verdadera perfección del ser humano, de la persona, está en lo
que sentimos, si somos capaces de explicar el dolor, si somos capaces de
transmitir el amor, si somos capaces de enseñar a sentir, entonces somos
capaces de hacer que nuestra maquinaria funcione a la perfección. Soñamos lo
que deseamos y vivimos lo que tenemos.
Hoy alguien me hablaba de la química
entre dos personas, y es cierto que es algo que no podemos provocar, ni
controlar ni evitar, pero en algunas ocasiones la química no siempre aparece
cuando la queremos ni cuando la necesitamos, es otra de aquellas cosas que
forman parte del misterio de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario