La esperanza de vida está entre los 78
y 80 años, eso quiere decir que desde el momento de nacer, tenemos un montón de
tiempo para cagarla.
A lo largo de toda la vida respiramos
unas 76.180.000.000 de veces, parpadeamos unas 743.600.000.000.000. Una persona
duerme un cuarto de su vida, lo que le equivale a 8 horas por día, o lo que es
lo mismo 23 años se los pasa durmiendo. Una persona a lo largo de toda su vida
usa más de 750 palabras diferentes, entre las que están aquellas que se dicen
sin querer. A lo largo de toda su vida defeca (hace caca) unas 26.000 veces con
un total de 13.000 kilos de materia fecal, lo que equivale también ha tiempo
que dedicamos a reflexionar sentados en el retrete. Escucha también 3.500
canciones diferentes y camina unos 120.000 km.
Se podrían cuantificar las veces que
miramos la televisión, que dedicamos a trabajar e incluso el tiempo que estamos
sin hacer nada. Pero lo que más me interesa es pensar de todos los años que invertimos
en vivir, saber cuantas decisiones han sido acertadas o equivocadas.
Decisiones sencillas, como por ejemplo
el peinado que elegirás el día que vas a la peluquería, o qué llamada vas a
contestar cuando suena el teléfono, si acudirás o no a una reunió a la que no
te apetece ir, miles y miles de pequeñas decisiones marcan nuestra vida.
De niños aprendemos de nuestros
errores a base de cometerlos, en la adolescencia cometemos muchos errores y no
siempre aprendemos de ellos pero cuando somos adultos perdemos la facultad de
reconocer cuando estamos cometiendo un error. Son esos años que castigamos
nuestro cuerpo sometiéndole a terribles torturas, lo llenamos de alcohol, de
nicotina y de grasas saturadas. Son años que nos dejamos maltratar en el
trabajo o por amigos o por familiares, años que no somos capaces de ver los
errores que cometemos una y otra vez.
Si
durante toda nuestra vida respiramos unas 76.180.000.000 veces tal vez
deberíamos aprender a tomar consciencia de cada respiración, de cada vez que
nuestros pulmones se llenan de aire, y pensar que cada vez que lo hacemos es un
instante de vida más o una respiración menos.
Sería
bonito saber cuantas veces hemos abrazado a otra persona, o cuantas hemos
besado, cuantas hemos acariciado el rostro de nuestro hijo o cuantas hemos
llorado. Cuantas hemos compartido una conversación agradable o cuantas hemos
reído y nos hemos sentido muy feliz. Son momentos que olvidamos y que por el
contrario deberíamos recordarlos, soñarlos y vivirlos para siempre.
Un día
llegas a mitad de tu vida, cumples los 40 y repasas las notas, la mayoría de
veces te sientes como si “progresaras adecuadamente”, pero entonces piensas que
no es suficiente, que te quedan por vivir 40 años más y decides que ha llegado
el momento de convertirte en una mejor persona y entonces piensas que ha
llegado la hora de aprender de los errores para no volver a cometerlos. Te reconquistas
a ti misma y todo vuelve a empezar, es imposible recuperar lo vivido, es
imposible volver atrás y hacer las cosas diferentes, pero seguramente si lo
pudiéramos hacer perderíamos también todos aquellos momentos que nos han
llenado de felicidad. Así que decides que los próximos años que te quedan, sean
los que sean, los vivirás aprendiendo, los vivirás viviéndolos y sobre todo
decides que los has de vivir siendo consciente de tu propia existencia.
Queda
aún demasiado tiempo para ser feliz, cuida tu cuerpo, no lo perjudiques, haz
ejercicio, llénalo de amor, dale placer. Cuida tu mente, no la sometas a
presión, déjala soñar, dale descanso y sobre todo llénala de buenas ideas.
Cuita tu corazón, presta atención a sus latidos, dale ritmo y no hagas que se
sienta triste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario