LA FRASE

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martes, 12 de junio de 2012

EL SECRETO


Llevaba su secreto como una carga demasiado pesada para cualquiera. Aunque conseguía disimularlo y ocultarlo, él podía verlo reflejado en todos los espejos, lo veía en cualquier rincón oculto entre las sombras, estaba entre las subes casi negras de las tardes de tormenta. Dormía acompañado de su secreto, y jamás podía separarse aunque lo intentara con todas sus fuerzas.

Era el secreto más antiguo del mundo y cada día que pasaba se hacía más y más grande, se alimentaba de la propia discreción, de los remordimientos y de la necesidad que tenía de recordarlo. Era un secreto con sabor a besos y a caricias, con el suavidad de una piel tersa y blanca. Era el secreto del que nada se sabe, del que se consigue ocultarlo y del que nada se sabrá jamás. Pero los secretos también tienen vida propia, no siempre conseguimos mantenerlos a raya y algunas veces consiguen escaparse al mundo, se mezclan entre la gente, se salta las normas de lo que se puede ocultar y aparece en el rostro de los que han compartido historias indiscretas en los rincones.

Los secretos se alimentan de nuestros recuerdos, de la necesidad y de las ganas que tenemos de alejarnos de la realidad. Es por eso que su secreto ha cambiado de forma, ha evolucionado y ha aprendido con el paso del tiempo. El secreto se ha transformado en algo extraño que poco a poco parece que ya no le pertenece por completo. Antes, recuerda el hombre, recurría a su secreto en noches solitarias, en días que se sentía triste y en los que sabía que debía recuperar y regresar al lugar lejano del pasado. Al lugar donde nació aquel secreto demasiado indiscreto para compartirlo con nadie. Ahora, aunque ya no está solo, sigue necesitándolo, tal vez porque no sabe que ocurrirá el día que deje de ser importante. 

Un día pensó que su secreto ya no debería ser cosa de dos, que su parte secreta debía compartirla con alguien que pudiera entenderle y necesitaba sentir el valor de lo oculto y lo indiscreto. Pero solo sirvió para que su secreto dejara de pesar tanto, para convertirlo en algo un poco más ligero de sobrellevar.

Pero a pesar de todo, tener un secreto tiene su encanto. No debemos dejarnos llevar por su influencia, porque tan solo es un pequeña parte de nosotros, es algo que pertenece al pasado y del que no queremos deshacernos. Necesitamos sentir que existe una cosa, aunque sea algo muy pequeños, que tan solo sabemos nosotros. Nos gusta pensar que tenemos el poder suficiente para ocultar de la vista de los demás aquellos días de debilidad. 

El hombre coge su secreto, lo envuelve cuidadosamente en telas de seda. Lo acaricia con dulzura y se despide de él durante algún tiempo. Ha decidido ocultarlo también de sus recuerdos y dejarlo descansar durante algún tiempo. Sabe que no lo podrá hacer desaparecer, pero al menos, dejará de ser una carga tan pesada y podrá mantenerlo separado de sus recuerdos mientras dure su nueva ilusión.

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