Un
día sentado en un banco del parque observaba atentamente todo lo que allí
pasaba, niños jugando con una pelota, mamás paseando a sus pequeñines en sus cochecitos
de último modelo, ancianos sentados a la sombra de los árboles, en resumen
cosas perfectas para un día perfecto. Mamá me había dejado allí sentada al
cuidado de mi tía Lourdes que ni siquiera se daba cuenta que yo estaba allí. Se
había encontrado a su vecina del entresuelo, y las dos charlaban animadas de
todas las obras de mantenimiento que debían hacerse en la portería y la fachada
del edificio donde vivían. Yo me había quedado en el banco, esperando a que
viniera mamá a recogerme, tenía la pierna
rota y no podía jugar ni andar sin la ayuda de mis muletas.
De
todas formas la cosa tampoco era tan terrible, era increíble las cosas tan
interesantes que se podía ver si realmente mirabas. Fue así como, a lo lejos,
distinguí a una señora mayor que llevaba sujeto de una larga correa a un animal
un poco extraño. A medida que la señora se iba acercando me di cuenta que lo
que arrastraba era un perro, pero no era un perro normal y corriente era un
perro que tenía la cabeza atrás y caminaba con la cola hacía delante, o mejor
dicho, era un perro que caminaba al revés.
No
podía creer lo que estaba viendo, y lo más sorprendente de todo era que a nadie
parecía extrañarle esta forma de caminar. La señora era muy anciana, tal vez
más de 60 años y arrastraba a su magnífico animal el cual parecía estar muy
acostumbrado y aunque resultaba un poco artificial su manera de caminar, daba
la sensación de estar divirtiéndose. La mujer, por fin, llegó a la altura del
banco donde estaba yo sentado y al ver mi cara de asombro se sentó junto a mi y
me dijo:
_
¿Por qué se te ha quedado esta cara de bobalicón?, ¿es que nunca has visto a un
chucho como el mío?_ la mujer hablaba
completamente en serio e incluso parecía disgustada por mi asombro. Yo me
limité a mover la cabeza negando cualquier tipo de sorpresa, pero al final no
pude y más y buscando las palabras que sonaran con la mayor educación le dije:
_
Es un animal bonito y parece simpático, pero es que no entiendo ¿por qué camina
al revés?.
La
mujer no pudo aguantar más la risa y soltó una gran carcajada que tan solo me
asustó a mí, porque mirando alrededor vi que nadie se había percatado de
nuestra conversación.
_
Bueno, creo que todo el mundo tiene derecho a caminar como le de la gana.
Miguel, que así se llama mi chucho, hace tiempo que decidió que prefería ver
las cosas desde el pasado y no estar mirando al futuro. Es por eso que siempre
camina mirando hacía atrás.
Mamá
siempre me dice que he de ser respetuoso con los mayores, no replicar, no
contestar mal y sobre todo ser obedientes y no discutir. Pero lo que aquella
señora me estaba diciendo me parecía tan ridículo que decidí que aquella
conversación no podría terminarse de aquella manera.
_
Ya veo, pero si me permite que le haga otra pregunta, ¿cómo ha podido decidir
eso Miguel si es usted quien le pone la correa cada día y le saca a pasear?,
tal vez si no tuviera otro remedio empezaría a caminar como hacemos todos,
mirando hacia delante.
_Mira
niño, tu no sabes nada de la vida, y menos de la vida de Miguel, que aunque es
un perro creo que es mucho más listo que la mayoría de seres humanos. Miguel es
muy sensible, y siempre se ponía muy nervioso cuando lo sacaba a pasear, creo
que le entristecía mirar hacía delante, porque veía antes que nadie las cosas
malas que ocurrían a su alrededor. Un día se negó a salir, no había manera de
ponerle la correa para sacarlo y se volvía loco cada vez que me veía con ella
en la mano. Es por eso que un día me senté a su lado y miré las cosas desde la
mirada de un perro, miré el mundo tal y como el lo veía y empecé a fijarme en
las cosas que a las personas se nos escapa pero que, un animal tan sensible
como él no podía evitar ver. Entonces después de unas cuantas semanas entendí
lo que le sucedía. Creo que era simplemente que vivía en un mundo que no le
acababa de gustar, y prefería vivir viendo el pasado y no esperando el futuro.
Hablé con un amigo mío que me ayudó a modificar una correa para que al
ponérsela a Miguel no le hiciera daño. Practicamos en casa durante algunos días
hasta que mi chucho aprendió a caminar y moverse con la cola delaten, y esa es
la historia.
Aunque
me parecía increíble, resultaba divertido ver caminar a aquel extraño chucho
que aun parado ocultaba su cabeza de tal manera que tan solo podías verle la
cola, así que sonreí a la señora y acaricié a Miguel al cual se giró y me miró
a los ojos, tal vez diréis que es imposible pero estoy seguro que me sonrió y
en su sonrisa me daba las gracias porque había entendido y respetado su manera
de vivir su vida. Tal vez aquella señora tenía razón su chucho era mucho más
inteligente que muchas personas que había encontrado la solución perfecta para
vivir en un mundo que muchas veces no está preparado para entender ciertas
cosas. Pero su manera había sido dar la espalda a la propia vida.
Aquel
día pasó, y jamás volví a ver ni a la anciana ni al perro que caminaba al
revés, pero aprendí una cosa importante, aunque dando la espalda a los
problemas dejas de verlos y de sufrirlos, en realidad no desaparecen siguen a
tu espalda el resto de tu vida, lo mejor sería dedicar tus esfuerzos para
mejorar las cosas y no invertir energía y tiempo en aprender a caminar de
espaldas a la realidad.
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