Cerramos los ojos para descansar, para dormir, para
relajarnos, para concentrarnos, para buscar y encontrar aquel momento de paz
que necesitamos. Cerramos los ojos para evitar explotar, para reflexionar para
sentir y para imaginar.
Al cerrar los ojos recordamos momentos del pasado
que hemos vivido o que nos hubiera gustado vivir. Pensamos en los seres
queridos que nos han olvidado, sentimos el tacto del viento, el calor que nos
llega del sol y la ternura de la lluvia en un día de verano.
Ver más allá de la claridad y de la luz, ver más
allá de la imaginación y de los deseos, mirar en el interior de nuestro cuerpo
y entendernos como algo eterno dentro de un mundo diminuto. Cuando cierras los
ojos mueres, desapareces, dejas de respirar y el espíritu se separa del cuerpo
para formar parte de un universo lleno de estrellas y de energía pura que se mueve por el universo.
Cuando cierras los ojos dejas de sufrir, no sientes dolor y las lágrimas se
detienen. Cierras los ojos para memorizar el momento, para recordar hasta el
último detalle de aquello que te rodea, para sentir un cuerpo o para escapar de
él.
Preguntar ¿qué ves cuando cierras los ojos? es
fácil, pero saber explicarlo, hacer que los demás sean capaces de ver lo mismo
o de sentirlo, aunque sólo sea una pequeña porción, es tremendamente difícil.
Es un momento de absoluta intimidad, no es un sueño, no es una realidad, es tan
solo un fragmento de vida que puede durar eternamente.
Vivimos en un mundo imperfecto y como hombres y
mujeres de este mundo, debemos ser parte de esta imperfección, tenemos el deber
de encontrarnos y aceptarnos, de vernos
tal y como somos. Cuando cierras los ojos viajas a un mundo paralelo, donde
puedes convertirte en otra persona o simplemente ser tal y como eres. Puedes
vivir en una realidad donde nadie te juzga ni se pone en duda tus criterios o
principios.
Pero, para no desaparecer, para no quedarse
encerrado en un mundo diferente al nuestro, debemos volver a abrir los ojos.
Solo aquellos que han elegido el momento de su partida pueden permanecer en su
paraíso personal, el resto, debemos abrir los ojos, debemos aplicar a nuestra
vida imperfecta toda la energía que hemos recuperado en nuestro pequeño viaje.
Debemos mirarnos de la misma manera que lo hacíamos con los ojos cerrados,
debemos sentir la serenidad y la calma que hemos encontrado en nuestro jardín
de ensueños.
Tan solo aquellos que no son humanos, que han sido
creados buscando la perfección de lo imperfecto, aquellos que han nacido para
ser imitadores de un cerebro complejo y que han sido creados para sustituir un
amor perdido, no encontrado o añorado, tan solo aquellos deben perderse en el lugar que les lleva sus
sueños.
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