Cifras, estadísticas, números, todo puede ser
etiquetado y cuantificado. Para algunos todo es susceptible de ser previsto con
anterioridad y algunos incluso viven pensando que siguiendo unos ítems pueden
adivinar el futuro. Pero si una cosa es cierta es que siempre hay algo
que utilizamos en muy pocas ocasiones, o casi nunca, y que forma parte de
nuestras reflexiones creencias y sentimientos, algo que está en nuestro ADN.
Si todo el mundo actuara con lógica, estoy segura
que no existiría la religión, en cambio existe algo difícil de
entender para algunos que llamamos fe. No habría personas que dedicara su vida
a ayudar a los demás, en cambio estas personas tienen algo que se llama
generosidad, tampoco habría lugar para
los que piensan que siempre se tiene que luchar por conseguir un mundo mejor,
estas personas son luchadoras. Y entonces yo me pregunto ¿se puede cuantificar
la fe, la generosidad y las ganas de luchar?, ¿podemos saber, utilizando la
estadística cuantas personas deciden que ha llegado el momento de hacer algo,
de imponerse a lo establecido y de luchar por sus ideas?, es totalmente
imposible, no podemos cuantificar los sentimientos, no podemos decir, yo te
quiero hasta diez y tu me quieres infinito, porque no sabremos si el diez es
uno número infinito para el que lo utiliza.
Pero en los
últimos años hemos vivido guiados por la economía, por la política y por
influencias externas que nos decían lo que se podía hacer y
lo que no, que nos decían a quien debíamos votar o a quien no y que nos reñían
cuando no actuábamos según sus instrucciones. Pero lo que nos puede diferenciar de los demás, lo
que puede hacer que nos convirtamos en personas diferentes, en personas únicas,
en personas imprevisibles es la de actuar según nuestros propios principios.
Me sorprende como, en ocasiones, los principios
quedan ahogados cuando nos vemos envueltos dentro de un paquete adornado con un
hermoso lazo. Debemos luchar contra los que no nos permiten decidir sobre
nuestro futuro, los que no creen que somos capaces de elegir el camino que
queremos seguir o los que nos tratan de ignorantes porque pensamos diferente.
Pero aún es mucho peor ver las estrategias que
utilizan para intentar influenciarnos, se limitan a criticar y destruir a los
demás. Te explican que aquella opción es una locura, que vas a estar mejor
cogiendo otro camino, pero tampoco dicen de qué manera lo harán para
conseguirlo. El descrédito parece el único argumento y durante mucho tiempo ha
funcionado, pero creo que esto se ha terminado. Creo que ha llegado el momento
de decidir por nosotros mismos lo que es mejor para nuestro futuro, oigamos a
todos, escuchemos atentamente, y preguntemos cuando sus palabras estén bacías
de contenido. Debemos disponer de toda la información, debemos reflexionar sobre
los pro y los contra, debemos recordar el pasado y no dejar que algunos lo
entierren entre montañas de tierra y de escombros, y una vez tengamos todo esto,
le debemos dedicar un tiempo razonable para estudiar todas la posibilidades y
finalmente tomar la decisión que creamos que es mejor. Utilicemos la
información, pero no despreciemos la fe, la capacidad de sacrificio o nuestro
espíritu luchador, en definitiva empecemos a creer en nosotros mismos de una
vez por todas.
Estoy un poco cansada de oír que la gente se
comporta como borregos y que siempre hacen los que su pastor les dice, estoy
cansada de oír que la gente es tonta y sobre todo cuando este argumento se
utiliza para justificar los fracasos de los partidos, estoy demasiado cansada
del que defiendan el borreguismo como opción política.
Esto no puede formar parte de una campaña, no
podemos utilizar el descrédito para convencer, utilicemos argumentos, aceptemos
fracasos y ofrezcamos alternativas para que todo el mundo puede elegir
utilizando el libre albedrío y decidir
su futuro.
Quiero creer que soy algo más que un nombre al
final de una lista, que soy un número seguido de letras y sobre todo, no
quiero que algunos piensen que pueden
manipular mi voluntad utilizando el miedo y la coacción. Quiero ser fiel a mis
principios y a mis convicciones y si me
equivoco decir con orgullo, tal vez me he equivocado pero ha sido decisión mía
y asumo las consecuencias. Según una reflexión que me gustaría tomar prestada,
ha llegado el momento de moverse del sofá, de utilizar nuestro tiempo en otras
cosas que no sea a nosotros mismos, hagamos algo útil, y dejemos de perder el
tiempo en tonterías que no nos lleva a ninguna parte.
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