LA FRASE

Me gustaría tener el tiempo necesario para disfrutar de tu compañía. Tú deberías tener la suficiente curiosidad para permanecer a mi lado y leerme de verdad.

lunes, 27 de diciembre de 2010

UN SUEÑO PARA VIVIR


Había una vez un niño que no tenía a nadie que le explicara un cuento. Era un niño triste y que no sabía soñar. Nadie le habló nunca de las hadas, ni de los duendes, ni del lobo feroz ni siquiera de la bruja malvada. El niño sólo sabía hablar de la crisis, del paro y de cosas tristes que escuchaba en la televisión o de las conversaciones de sus padres. El cuerpo del niño crecía cada día pero su mente cada vez se iba quedando más pequeña, pero sus sueños seguían vacíos de ilusiones y misterios.

Había una vez un joven que crecía sin conocer el amor. Nadie le cogía de la mano, ni le ofrecía una caricia, ni le susurraba dulces palabras en el oído. Nadie le enseñó a llorar, ni a reír y dejó de apreciar la belleza. El joven aprendía economía, literatura y se estaba convirtiendo en un ser responsable y tremendamente inteligente. Pero el joven no se gustaba, cuando se miraba al espejo su piel, su pelo y sus ojos eran grises.

Había un hombre que era feliz rodeado de soledad. No podía compartir nada de lo que hacía, cada día hablaba con el televisor cuando llegaba a su casa y dormía arropado por el frío de la soledad. El hombre tenía un gran coche, una gran casa y disponía de todo aquello que quería tan solo con desearlo.

Había una vez un anciano que se odiaba a sí mismo. No soportaba su carácter huraño y odiaba sentirse siempre tan triste y desesperado. Cada día cuando se iba a dormir, en lo único que podía pensar era en la muerte. Quería dejar de existir, no podía soportar tener que ver su reflejo en el espejo del baño y odiaba su vida sobre todas las cosas.

Un día el niño se encontró con un desconocido que le sonrió y le explicó un cuento, le habló de un mundo maravilloso donde cualquier cosa era posible. El niño escuchó y recordó hasta el último detalle y aquella noche el niño soñó por primera vez. En sus sueños, visitó el país fantástico del que le habían hablado y pudo volar para coger la luna, y se sumergió en el fondo del mar y bailó con las estrellas. El niño aprendió a soñar y poco a poco empezó a ser el feliz.

El joven dejó que una persona amable le diera la mano, y cuando le preguntó que eran las cosas que le ilusionaba, él se las explicó, dejó que le besara y pasearon juntos durante horas cogidos de la mano y el joven se enamoró. Sintió como el amor se alojaba en su corazón, lloró de tristeza, de felicidad y el joven descubrió los colores del mundo y dejó de ser gris.

El hombre ahora ya no estaba solo, había amor en su vida y compartía su vida junto a la persona a quién amaba. Era un hombre feliz, generoso y lleno de planes para compartir en el futuro con los suyos. Para el hombre, su familia era lo más importante, y su bondad le hacía ser especial y querido por todos.

El anciano esperaba pacientemente la llegada de la muerte. Había tenido una buena vida, y había hecho todo aquello que había podido por los demás. Había recibido y dado todo el amor que tenía y sus cajas estaban llenas de bonitos recuerdos. El anciano cerró los ojos, estaba cansado pero quería dedicar los últimos momentos de su vida a visitar aquel país maravilloso, donde todos los colores se podían tocar y los sabores volaban por el aire. El anciano volvió a soñar de la misma manera que había soñado hacía muchos años, cuando era un niño y en sus sueños aprendió a amar, aprendió a compartir pero sobre todo, aprendió a vivir.

1 comentario:

  1. Me siento triste al pensar que hay personas que viven amargadas de sí mismos, por sus actos. Pero siempre puede haber alguna oportunidad para recapacitar....

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