Cuando llegas al final de día, cuando haces una valoración de todo lo que has hecho durante las horas de luz, es fácil llegar a la conclusión, que lo más emocionante ha sido decidir si te has de poner los aros en las orejas o el anillo con flores lila, un poco más arriesgado tal vez haya sido entrar en el supermercado y no olvidar comprar nada. Es decir, te has convertido en un fantasma de la sociedad, y no un fantasma cualquiera, sino uno de aquellos que aparecen y desaparecen. Algunos te ven y otros no. Incluso existen personas que viéndote se hacen los ausentes para no tener que admitir que han visto algo moverse a su alrededor o se han cruzado con un fantasma en el pasillo. Pero también tiene ventajas coexistir con los demás en estado etéreo, te permite ver sin mirar y oír sin escuchar, te permite hacerte visible sólo en aquellos momentos en que merece la pena mostrarse. No es difícil acostumbrarse si obtienes algún tipo de compensación, porqué cada uno ha de encontrar el lugar donde debe estar y éste lugar es aquel en el que te sientes feliz, y no aquel en el que te obligan. Lo que la mayoría no sabe es que ellos también son fantasmas para otras personas, y también se vuelven invisibles. Esto puede causar trastornos de la personalidad y puede provocar un comportamiento estúpido que todos ven. Es por eso, que aunque en ciertos momentos soy como un fantasma, lo bueno es que soy consciente de ello y por tanto tengo peder absoluto sobre mis actos y mis decisiones y no estoy sometida a la voluntad de los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario